Domingo del Corpus Christi – Ciclo B

Lecturas de este domingo
- Primera Lectura: Éxodo 24, 3-8 – Esta es la sangre de la alianza que el Señor ha concertado con vosotros.
- Salmo Responsorial: Salmo 115 – R. Alzaré la copa de la salvación, invocando el nombre del Señor.
- Segunda Lectura: Hebreos 9, 11-15 – La sangre de Cristo podrá purificar nuestra conciencia.
- Secuencia (opcional): Lauda, Sion, Salvatorem.
- Evangelio: Marcos 14, 12-16. 22-26 – Esto es mi cuerpo. Esta es mi sangre.
Notas para la reflexión
Queridos hermanos en Cristo,
Hoy celebramos la solemnidad del Corpus Christi , una fiesta que no solo rememora un evento en la vida de Cristo, sino que proclama una verdad fundamental de nuestra fe: la presencia real de Jesús en la Eucaristía. Esta fiesta nació en el corazón de la Iglesia en el siglo XIII y se extendió gracias a la fe vibrante de los benedictinos y el Papa Urbano IV, respondiendo a la necesidad de renovar nuestro asombro y maravilla ante este misterio tan grande.
Nos reunimos no solo para recordar, sino para reavivar en nuestros corazones el asombro y la maravilla ante la Eucaristía, el mayor de los misterios. Este sacramento no es solo un símbolo o un rito; es la presencia viva de nuestro Señor Jesús entre nosotros. Es el mismo Cristo quien se entrega a nosotros como alimento, un don tan sublime que supera toda comprensión humana.
¿Qué más podríamos pedir que recibir al mismo Dios como alimento? En cada misa, se nos ofrece este don inefable, y es crucial que no nos acostumbremos a esta maravilla. Es fácil caer en la rutina y perder el sentido profundo de lo que significa comulgar. San Pablo nos advierte con fuerza: debemos examinarnos a nosotros mismos antes de recibir el Cuerpo y la Sangre del Señor, para no hacerlo indignamente. Este llamado a la reflexión y al respeto profundo ante la Eucaristía es un recordatorio constante de la santidad y la majestad de Dios.
El gran San Francisco de Asís nos enseña con su vida y palabras cómo debemos acercarnos a este misterio: con un temor santo, con una reverencia profunda y con un amor ardiente. San Francisco nunca se acostumbró a la Eucaristía; cada vez que hablaba de ella, lo hacía conmovido y lleno de asombro. Este asombro es el que debemos cultivar nosotros también. No debemos domesticar a Dios, no debemos trivializar su presencia real en la Eucaristía.
La Eucaristía es el memorial del amor más grande, el amor que llevó a Cristo a dar su vida por nosotros. Es en este sacramento donde encontramos la plenitud de este amor. En el altar, Cristo se entrega a nosotros completamente, oculto bajo la apariencia de pan y vino. ¿Qué motivo podría haber para este don tan inmenso si no es el amor? Un amor que supera nuestra capacidad de comprender y que debería llevarnos a responder con todo nuestro ser.
En nuestras vidas cotidianas, este misterio debe traducirse en prácticas concretas. Primero, debemos acercarnos a la Eucaristía con un corazón puro y preparado. Esto implica una vida de oración, de sacramentos, especialmente de la confesión, para estar en estado de gracia. Segundo, debemos vivir el mandato de amor que Cristo nos dio. La Eucaristía nos fortalece para amar a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Debemos ser testigos de este amor en el mundo, llevando la paz y la caridad donde quiera que vayamos.
Finalmente, la Eucaristía nos invita a la adoración. Pasemos tiempo ante el Santísimo Sacramento, dejémonos transformar por su presencia. En el silencio de la adoración, Dios habla a nuestro corazón y nos llena de su gracia.
Que la fiesta del Corpus Christi renueve en nosotros el asombro y el amor ardiente por la Eucaristía. Que nunca nos acostumbremos a este don inefable, sino que cada comunión sea un encuentro transformador con nuestro Señor. Que vivamos siempre en la alegría de saber que en medio de nosotros hay uno a quien conocemos: Jesús, nuestro Salvador y nuestro Dios.
Amén.
Mensaje de fe
La Eucaristía es el sacramento en el que Cristo mismo se nos da, cuerpo, sangre, alma y divinidad. Es un misterio de fe que nos invita a creer en la presencia real de Jesús en el pan y el vino consagrados. Nos llama a vivir una vida en comunión con Él, alimentándonos de su cuerpo y sangre, y siendo transformados en su amor.
Mensaje de esperanza
En la Eucaristía encontramos la esperanza de la vida eterna. Cada vez que participamos de este sacramento, renovamos nuestra esperanza en la promesa de Cristo de que un día compartiremos plenamente en su gloria. La Eucaristía es el anticipo del banquete celestial, donde todos los redimidos se reunirán en la presencia de Dios.
Mensaje de caridad
La celebración de la Eucaristía nos impulsa a vivir en caridad. Nos recuerda el mandamiento de amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. Participar en la Eucaristía nos desafía a ser panes partidos y vino derramado para los demás, imitando el sacrificio de Cristo en nuestras propias vidas, sirviendo y amando a aquellos que nos rodean.
Características
- Duración aproximada de la homilía: 10-15 minutos.
- Sujetos hacia quién va dirigida: Fieles de todas las edades y condiciones, especialmente aquellos que buscan profundizar en el misterio de la Eucaristía y su significado en la vida cristiana.
- Frase conclusiva: Que al participar en la Eucaristía, seamos transformados por el amor de Cristo y llevemos ese amor al mundo, siendo testigos de su presencia viva entre nosotros.
Queridos hermanos y hermanas, que este día de Corpus Christi nos renueve en la fe, la esperanza y la caridad, y que cada Eucaristía que celebremos nos acerque más al corazón de Cristo. Amen.