La idea de la acción moral – Dietrich von Hildebrand

En este comentario vamos a analizar el libro “La idea de la acción moral” de Dietrich von Hildebrand, una obra fundamental para comprender la ética fenomenológica de los valores. Se trata de la primera traducción al español de la tesis doctoral del autor, defendida en 1912 bajo la dirección de Edmund Husserl, el fundador de la fenomenología. En ella, Hildebrand expone los conceptos clave de su filosofía moral, como la distinción entre lo importante en sí y lo importante para mí, la respuesta al valor, los bienes moralmente relevantes, la ceguera axiológica, el valor moral de las acciones y el valor moral de la persona. Además, ofrece una crítica a la ética kantiana, que reduce la moralidad a la voluntad, y propone una visión más rica y realista de la acción humana, que tiene en cuenta la diversidad de portadores de lo moral y la relevancia de la afectividad, la conciencia y la libertad.

Ficha técnica

  • Autor: Dietrich von Hildebrand
  • Temática: Ética y filosofía moral

Comentario del libro “La idea de la acción moral”

La acción como respuesta al valor

El punto de partida de la ética de Hildebrand es la afirmación de que la acción humana es siempre una respuesta a un valor, es decir, a algo que se nos presenta como importante, digno o bueno en sí mismo. El valor no es una mera proyección subjetiva, sino una cualidad objetiva que se nos revela a través de la intuición axiológica, una forma especial de conocimiento que nos permite captar el sentido y la significación de las cosas. El valor nos interpela, nos llama, nos exige una respuesta adecuada. Pero no toda respuesta es igualmente válida, ni todo valor tiene la misma jerarquía. Hay valores que son moralmente relevantes, es decir, que implican un deber o una obligación para el sujeto, y que son los que determinan el valor moral de la acción. Estos valores son los que se refieren al bien de la persona, tanto propia como ajena, y que exigen una toma de posición por parte del agente, un querer consciente y libre que se oriente hacia el bien.

La crítica a la ética kantiana

Una de las aportaciones más originales y valiosas de Hildebrand es su crítica a la ética kantiana, que considera la voluntad como el único portador de lo moral y el imperativo categórico como el único criterio de moralidad. Según Hildebrand, esta ética es insuficiente y unilateral, pues ignora la riqueza y la complejidad de la acción humana, que no se reduce a un mero acto de la razón práctica, sino que involucra también la sensibilidad, la emotividad, la imaginación y la memoria. Además, la ética kantiana es formalista y abstracta, pues no reconoce la existencia de valores objetivos e intrínsecos, sino que los reduce a meras máximas subjetivas y universales. Por último, la ética kantiana es rigorista y legalista, pues no tiene en cuenta las circunstancias concretas de la acción, ni las motivaciones personales del agente, ni las consecuencias de la acción, sino que se basa en un deber impersonal y absoluto.

La ética fenomenológica de los valores

Frente a la ética kantiana, Hildebrand propone una ética fenomenológica de los valores, que se caracteriza por ser realista, personalista y situacional. Es realista, porque reconoce la existencia de valores objetivos e independientes de la subjetividad, que se nos manifiestan a través de la intuición axiológica y que nos orientan hacia el bien. Es personalista, porque respeta la dignidad y la libertad de la persona humana, que es el fin último de la acción moral, y que debe responder al valor con un querer auténtico y responsable. Es situacional, porque tiene en cuenta las condiciones concretas de la acción, que pueden modificar el valor moral de la misma, y que exigen una prudencia y una discernimiento por parte del agente.

Conclusión

En conclusión, podemos afirmar que el libro “La idea de la acción moral” de Dietrich von Hildebrand es una obra imprescindible para entender la ética fenomenológica de los valores, que ofrece una visión más amplia y profunda de la acción humana, que no se limita a la voluntad, sino que abarca toda la dimensión espiritual y afectiva de la persona. Se trata de una ética que parte de una mirada creyente, que se inspira en el magisterio de la Iglesia católica, y que busca iluminar la vida moral con la luz de la razón y de la fe. Es una ética que nos invita a responder al valor con un amor sincero y generoso, que nos hace crecer como personas y como hijos de Dios.

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