Mónica, madre de san Agustín – Anne Bernet
La figura de santa Mónica, la madre de san Agustín, es una de las más conocidas y admiradas de la historia de la Iglesia. Su vida, marcada por el amor a Dios y a su hijo, es un ejemplo de fe, esperanza y perseverancia en la oración. Pero, ¿qué sabemos realmente de esta mujer que vivió en el siglo IV en el norte de África? ¿Cómo fue su infancia, su matrimonio, su relación con su hijo y su conversión? ¿Qué papel tuvo en la difusión del cristianismo en su época? Estas y otras preguntas son las que intenta responder la escritora francesa Anne Bernet en su libro “Mónica, madre de san Agustín”, publicado por la editorial Palabra.
- Bernet, Anne(Autor)
Ficha técnica
- Autor: Anne Bernet
- Temática: Biografía histórica y espiritual de santa Mónica
Comentario del libro “Mónica, madre de san Agustín”
Una biografía rigurosa y documentada
Anne Bernet es una reconocida historiadora y novelista que ha escrito más de cuarenta obras sobre diversos temas, especialmente sobre la historia de la Iglesia primitiva y de los Padres Latinos. En esta ocasión, se ha basado en las fuentes más fiables y originales, como las Confesiones de san Agustín, las cartas de san Ambrosio y san Jerónimo, y los escritos de otros autores antiguos, para reconstruir la vida y la personalidad de santa Mónica, desde su nacimiento en el año 331 en Tagaste, una pequeña ciudad de la actual Argelia, hasta su muerte en el año 387 en Ostia, cerca de Roma.
La autora nos presenta a una Mónica real y humana, con sus virtudes y sus defectos, con sus alegrías y sus sufrimientos, con sus aciertos y sus errores. Una mujer que tuvo que afrontar las dificultades de su época, como la persecución de los cristianos, las herejías, las guerras, la pobreza, la violencia doméstica, la infidelidad de su esposo, la rebeldía de su hijo, la muerte de sus seres queridos… Pero que supo mantener siempre la confianza en Dios y la esperanza de la salvación.
Una madre apasionada y una mujer intrépida
El aspecto más destacado y conocido de la vida de santa Mónica es su maternidad. Mónica tuvo tres hijos: Navigio, Perpetua y Agustín. Los tres fueron bautizados y educados en la fe católica, pero el más problemático fue Agustín, el menor, que se alejó de la Iglesia y se entregó a una vida disoluta y a las falsas doctrinas del maniqueísmo. Mónica no se resignó a perder a su hijo y luchó por su conversión con todos los medios a su alcance: la oración, el ayuno, las lágrimas, los consejos, las súplicas, los reproches, las amenazas, los regalos, los viajes… Nada le parecía demasiado para lograr que Agustín volviera al redil de Cristo.
Mónica no fue una madre posesiva ni dominante, sino una madre amorosa y paciente, que supo respetar la libertad de su hijo y esperar el momento de la gracia. Tampoco fue una madre pasiva ni sumisa, sino una mujer valiente y decidida, que no se dejó intimidar por las adversidades ni por las opiniones ajenas. Mónica acompañó a Agustín en sus andanzas por África y por Italia, le siguió la pista, le buscó, le encontró, le convenció, le protegió, le ayudó… Hasta que finalmente, en el año 386, vio cumplido su sueño de ver a su hijo bautizado por san Ambrosio en Milán.
Una santa de la Iglesia universal
La conversión de Agustín no fue solo el triunfo de una madre, sino también el triunfo de la Iglesia. Agustín se convirtió en uno de los más grandes santos y doctores de la historia cristiana, que influyó decisivamente en el desarrollo de la teología, la filosofía, la cultura y la civilización occidental. Y Mónica, su madre, fue la principal colaboradora de esta obra providencial. Por eso, la Iglesia la venera como una santa y la propone como modelo de virtud, de oración y de santidad.
Anne Bernet nos muestra cómo Mónica fue una mujer de fe profunda, de caridad ardiente, de humildad sincera, de obediencia fiel, de pureza ejemplar, de fortaleza heroica, de paz interior, de alegría espiritual… Una mujer que supo vivir según el Evangelio y según la voluntad de Dios, y que alcanzó la gloria eterna junto a su hijo y a su esposo, que también se convirtió antes de morir. Una mujer que sigue siendo una inspiración y una intercesora para todos los cristianos, especialmente para las madres y las esposas.
Conclusión
El libro “Mónica, madre de san Agustín” de Anne Bernet es una obra de gran valor histórico y espiritual, que nos acerca a la vida y al mensaje de una de las santas más queridas y admiradas de la Iglesia. Se trata de una lectura amena y profunda, que nos hace conocer mejor a esta mujer extraordinaria, que fue capaz de cambiar el destino de su hijo y de la historia con su amor y su oración. Un libro que nos invita a imitar su ejemplo y a pedir su ayuda para vivir nuestra fe con autenticidad y con esperanza.