V Tiempo Cuaresmal Ciclo «C»

El corazón nuevo que borra el pasado
Lecturas de este domingo
- Primera lectura: Isaías 43, 16-21
- Salmo: Salmo 125 – “El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres”
- Segunda lectura: Filipenses 3, 8-14
- Evangelio: Juan 8, 1-11
Monición de entrada (adultos)
Hermanos, nos reunimos hoy para celebrar a un Dios que no se cansa de hacer cosas nuevas en nuestra vida. Las lecturas de este domingo nos hablan de transformación, de un pasado que ya no nos define, de una meta que aún no hemos alcanzado, pero que está por delante. Hoy, el Señor quiere abrir caminos en nuestro desierto y ofrecernos un corazón nuevo. Dispongámonos con alegría y humildad a dejarnos tocar por la misericordia divina.
Monición de entrada (niños)
Hola chicos. Hoy vamos a escuchar una historia de Jesús que enseña algo muy bonito: que nadie debe señalar ni juzgar a los demás. Jesús nos quiere mucho y siempre está dispuesto a perdonarnos si le pedimos perdón. También nos va a enseñar que lo más importante es seguir caminando con Él, aunque alguna vez nos equivoquemos. ¿Preparados para conocer más a Jesús?
«Dios no escribe con tinta, sino con misericordia»
En el corazón del Evangelio de hoy, una mujer sorprendida en adulterio es puesta de pie ante el Hijo del Hombre. La escena es dura: la ley pesa sobre ella, los acusadores empuñan piedras, y el silencio de Jesús es más elocuente que mil palabras. Pero en ese silencio está contenida la revolución del Evangelio: la misericordia tiene la última palabra.
La liturgia de este domingo nos presenta un hilo sutil pero fuerte: Dios borra el pasado para abrir caminos nuevos en nuestra vida. Isaías, en la primera lectura, recuerda que el Señor es capaz de abrir caminos en el mar y sendas en el desierto. ¿No lo hará también en nuestros corazones secos, en nuestras historias rotas? “No recordéis lo de antaño,” nos dice el profeta. Dios no está anclado en el pasado: Él trabaja en el ahora, para un futuro nuevo.
Pablo, en la carta a los Filipenses, lo confirma con su propio testimonio: todo lo que consideraba valioso lo tiene ahora por basura, con tal de ganar a Cristo. Y, como un atleta que no mira hacia atrás, Pablo se lanza hacia adelante. “Olvidando lo que queda atrás, me lanzo hacia lo que está por delante.” El perdón no es solo un borrón, sino un impulso. Es gracia que nos pone en marcha.
En este contexto, la mujer del Evangelio no es solo perdonada; es enviada: “Vete y no peques más.” Jesús no relativiza el pecado, pero revela algo más profundo: que el amor es capaz de regenerar. San Pedro Crisólogo decía: “Cristo no preguntó por el pecado, sino por los pecadores. Él no absuelve el error, sino que transforma el corazón.”
La misericordia de Jesús no es pasiva: no es una palmadita en la espalda que nos dice «no pasa nada.» Es fuego que quema la culpa, y al mismo tiempo, luz que abre un nuevo camino. El perdón de Cristo no nos justifica en el pecado, sino que nos justifica saliendo de él.
San Isaías de Gaza, un padre del desierto poco conocido, afirmaba: “Quien recuerda sus pecados sin desesperar, y camina con humildad, se vuelve más justo que quien nunca cayó.” Así de paradójico es el Evangelio: la caída, si se vive con fe y se entrega a Dios, puede ser el inicio de una vida nueva. La condición es no instalarse en el ayer.
El Catecismo de la Iglesia Católica, en el n. 2843, enseña que “no hay límite ni medida para este perdón esencialmente divino.” Y el Papa Francisco, en su bula Misericordiae Vultus, recordó que “la misericordia es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro.” Por eso Jesús no pregunta a la mujer qué hizo, ni cuánto, ni por qué. Simplemente la mira, y esa mirada es más eficaz que mil juicios. Como quien dice: “yo sé lo que vales, no por lo que hiciste, sino por lo que puedes llegar a ser.”
¿Y nosotros? ¿Cuántas veces juzgamos a los demás sin mirar nuestra piedra interior? ¿Cuántas veces nos quedamos atrapados en un pasado que el Señor ya olvidó?
Hoy es día de dejar caer las piedras, también las que arrojamos contra nosotros mismos. Porque lo que Dios hace con esta mujer, lo quiere hacer contigo: perdonarte, levantarte, y enviarte.
Peticiones
- “No recordéis lo de antaño”: por la Iglesia, para que sepa anunciar siempre un mensaje de misericordia y renovación. Roguemos al Señor.
- “El Señor ha estado grande con nosotros”: por el Papa Francisco, para que su testimonio de ternura inspire a todos los fieles. Roguemos al Señor.
- “Me lanzo hacia lo que está por delante”: por las naciones, para que no se aferren al odio ni al rencor, y busquen caminos de reconciliación. Roguemos al Señor.
- “Vete y no peques más”: por las familias y el mundo del trabajo, para que crezcan en responsabilidad, perdón mutuo y solidaridad. Roguemos al Señor.
- “El que esté sin pecado”: por los enfermos y los que sufren por sus errores pasados, para que experimenten la alegría del perdón divino. Roguemos al Señor.
- “Haré algo nuevo, ya está brotando”: por los que se sienten lejos de Dios, para que descubran que siempre es posible volver a empezar. Roguemos al Señor.
- “Estábamos alegres”: por los difuntos, para que el Señor les conceda gozar eternamente de su perdón y su gloria. Roguemos al Señor.
Mensaje de fe
Dios no es rehén de nuestro pasado. Su amor es más fuerte que nuestra historia. La fe no se basa en lo que hemos hecho, sino en lo que Él es capaz de hacer con nosotros.
Mensaje de esperanza
Si Jesús no condenó a la mujer, tampoco nos condena a nosotros. Siempre es posible empezar de nuevo, incluso cuando todos creen que ya no hay salida.
Mensaje de caridad
La misericordia recibida debe convertirse en misericordia ofrecida. Amar al prójimo implica no juzgarlo por su ayer, sino acompañarlo hacia el mañana.
Características
- Duración aproximada: 8-10 minutos
- Destinatarios: Fieles adultos y jóvenes con formación básica en la fe
- Frase conclusiva: “Donde el mundo ve culpa, Cristo ve posibilidad; donde otros arrojan piedras, Él extiende la mano.”