XXXI Tiempo Ordinario Ciclo “B”

tiempo ordinario en lectura católica

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Lecturas de este domingo

  • Dt 6, 2-6. Escucha Israel: Amarás al Señor con todo tu corazón.
  • Sal 17. R. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.
  • Heb 7, 23-28. Como permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa.
  • Mc 12, 28b-34. Amarás al Señor, tu Dios. Amarás a tu prójimo.

Monición de entrada para la Misa con adultos

Queridos hermanos, hoy nos congregamos en torno al altar del Señor para reflexionar sobre el mandamiento más importante: el amor a Dios y al prójimo. Las lecturas de este domingo nos invitan a descubrir que el amor no es una mera norma, sino el centro de nuestra fe. Abramos el corazón al llamado de Jesús para vivir este amor de forma plena, comprometiéndonos a amar con todo nuestro ser.

Monición de entrada para la Misa con niños

Niños, hoy Jesús nos va a enseñar algo muy importante. Nos habla de que lo más importante en la vida es amar. Vamos a escuchar las lecturas y descubrir juntos cómo amar a Dios y a los demás de la mejor manera, como Él mismo nos enseña. ¡Pongamos mucha atención!

Homilía

Queridos hermanos, hoy, la Palabra de Dios nos presenta uno de los diálogos más conocidos del Evangelio, donde Jesús, a la pregunta sobre cuál es el mandamiento principal, responde con una claridad y profundidad que tocan el corazón. «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas» (Mc 12, 30), y agrega «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mc 12, 31). Ambos mandamientos están inseparablemente unidos y nos muestran que el amor es la verdadera clave para cumplir con toda la Ley.

La primera lectura del Deuteronomio nos invita a grabar este mandamiento en el corazón: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas» (Dt 6, 5). Estas palabras, pronunciadas hace siglos, siguen resonando con fuerza, recordándonos que el amor a Dios es el principio de toda santidad. En este mandamiento encontramos el propósito más profundo de nuestra existencia, pues fuimos creados por Dios y para Dios en el amor.

En nuestra vida cotidiana, muchas veces, este amor parece una exigencia alta y desafiante. El Papa Benedicto XVI reflexionaba sobre ello diciendo que “amar a Dios no es un sentimiento ni una emoción pasajera; es un acto de voluntad que se traduce en compromiso y fidelidad”. Este amor no consiste en sentir cosas extraordinarias por Dios, sino en orientarnos a Él en cada decisión, buscar su voluntad y confiar en su Providencia. El amor es, ante todo, la entrega íntegra y desinteresada al amado.

Jesús también nos enseña que el amor a Dios no puede separarse del amor al prójimo. En el Evangelio de hoy, vemos cómo ambos mandamientos están ligados, como dos caras de una misma moneda. “¿Cómo puedes amar a Dios, a quien no ves, si no amas a tu hermano, a quien sí ves?”, nos pregunta San Juan (1 Jn 4, 20). Esta es una verdad que nos interpela y nos desafía a vivir nuestra fe de manera concreta en las relaciones con los demás.

El Papa Francisco, en su encíclica Fratelli tutti, nos invita a reconocer a todos como hermanos, superando divisiones, prejuicios y egoísmos. El amor al prójimo, dice él, es el amor que nos abre al otro, nos saca de nuestro egoísmo y nos lleva a buscar el bien común. Amar al prójimo significa ser comprensivos, misericordiosos, y pacientes. Cada pequeño gesto de bondad, de perdón, de ayuda desinteresada es una manifestación de nuestro amor a Dios.

Por ello, hermanos, ¿cómo podremos intentar cumplir el mandato del amor a Dios y al prójimo si, en muchas ocasiones, vivimos una entrega a Dios de forma individualista y ajena a formar parte de la comunidad, de la caridad, de la fraternidad? Por ello, a modo de reflexión, comparto una cuestión: ¿por qué es más fácil llenar el templo en una adoración Eucarística que el grupo de voluntarios de cáritas, el grupo de catequistas, el grupo de visitadores de enfermos, etc? Meditemos esto y reflexionemos cómo amamos a Dios y cómo amamos al prójimo.

La segunda lectura nos revela el papel de Jesús como Sumo Sacerdote eterno, quien nos amó hasta el extremo, entregando su vida por nosotros. Cristo no solo nos enseñó con palabras, sino con su vida, el verdadero significado del amor. Él, como dice la Carta a los Hebreos, “es capaz de salvar para siempre a los que por medio de Él se acercan a Dios” (Heb 7, 25). Nuestro amor a Dios y al prójimo debe nacer y fortalecerse en el amor que Cristo nos muestra en la cruz. ¿Soy consciente de que, día a día, mi vida se va o no se va desarrollando en ese amor?

Queridos hermanos, el camino de la fe que hoy Jesús nos invita a recorrer es un camino de amor pleno. Pero este amor no es algo que logremos por nuestras fuerzas porque somos débiles y estamos necesitados; por ello, es un don que pedimos a Dios y que cultivamos en la oración, en los sacramentos, en la caridad hacia el prójimo. Como nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica: «La caridad es el vínculo de la perfección» (CIC 1827), y solo a través de ella alcanzamos la verdadera comunión con Dios y con los demás.

Pidamos hoy la gracia de vivir este amor con autenticidad y entrega, recordando las palabras de Santa Teresa de Calcuta: “No todos podemos hacer grandes cosas, pero sí cosas pequeñas con gran amor”.

Oración de los fieles

  1. “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón” (Mc 12, 30). Por la Iglesia, para que sea fiel reflejo del amor de Dios al mundo. Roguemos al Señor.
  2. “Cristo intercede siempre por nosotros” (Heb 7, 25). Por el Papa, los obispos y sacerdotes, para que sus vidas estén dedicadas a servir y amar. Roguemos al Señor.
  3. “Dios es nuestra fuerza y nuestro escudo” (Sal 17). Por las naciones y sus gobernantes, para que trabajen por la paz y la justicia. Roguemos al Señor.
  4. “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mc 12, 31). Por las familias y los trabajadores, para que su vida sea reflejo del amor y la solidaridad. Roguemos al Señor.
  5. “El Señor escucha el clamor de los pobres” (Sal 17). Por los enfermos, para que encuentren en el amor de Dios consuelo y fortaleza. Roguemos al Señor.
  6. “A Ti, Señor, encomiendo mi espíritu” (Sal 17). Por los difuntos, para que gocen de la paz eterna en la presencia de Dios. Roguemos al Señor.

Mensaje de fe

Recordemos que el verdadero amor a Dios y al prójimo es el fundamento de nuestra fe. No es solo un ideal, sino una realidad que Dios nos invita a vivir en cada momento.

Mensaje de esperanza

En Cristo, Sumo Sacerdote eterno, encontramos la esperanza de vivir plenamente el amor al Padre y a los hermanos, seguros de que Él intercede siempre por nosotros.

Mensaje de caridad

Que nuestro amor a Dios se traduzca en acciones concretas hacia los demás, buscando siempre el bien común y el bienestar de nuestros hermanos.

Características

  • Duración aproximada: 10 minutos.
  • Sujeto: Dirigida a toda la comunidad de fieles.
  • Frase conclusiva: Amemos a Dios y al prójimo con toda nuestra alma, con la certeza de que en este amor hallamos la plenitud de nuestra vida cristiana.

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