Atenerse a la realidad – José Miguel Pero-Sanz
La editorial Palabra nos ofrece un libro de meditaciones espirituales para laicos, escrito por el sacerdote y periodista José Miguel Pero-Sanz. Se trata de un conjunto de diez reflexiones, centradas en otros tantos rasgos característicos de la existencia cristiana de hombres y mujeres adultos, profesionales en el amplio sentido de la palabra. El autor nos invita a atenernos a la realidad, es decir, a tener una visión correcta de nosotros mismos y de nuestro entorno, para vivir con coherencia nuestra fe y nuestra vocación a la santidad.
- Atenerse a La realidad Diez rasgos de La (Cuadernos Palabra nº 187)
- PALFA|#Palabra
- Español
- Tapa blanda
Ficha técnica
- Autor: José Miguel Pero-Sanz
- Temática: Espiritualidad y oración
Comentario del libro “Atenerse a la realidad”
La realidad como punto de partida
El primer capítulo del libro nos introduce en el tema central: la realidad. José Miguel Pero-Sanz nos recuerda que la realidad es el punto de partida y el punto de llegada de nuestra vida cristiana, y que debemos evitar las ilusiones, las fantasías y las evasiones que nos alejan de ella. La realidad es el lugar donde Dios nos espera, donde nos habla y donde nos pide que le respondamos con amor y libertad. La realidad es el ámbito de nuestra santidad.
La realidad como don de Dios
El segundo capítulo nos ayuda a descubrir la realidad como un don de Dios, que nos ha creado por amor y que nos ha dado todo lo que somos y tenemos. La realidad es un regalo que debemos agradecer, cuidar y compartir, y no un obstáculo que debemos superar, cambiar o ignorar. La realidad es el escenario de nuestra misión, donde podemos colaborar con Dios en la construcción de su Reino, y no un problema que debemos resolver, evitar o criticar. La realidad es el motivo de nuestra alegría.
La realidad como desafío
El tercer capítulo nos plantea la realidad como un desafío, que nos exige una actitud de lucha, de esfuerzo y de superación. La realidad no es fácil, ni cómoda, ni perfecta, sino que está marcada por el pecado, el sufrimiento y la muerte. La realidad nos pone a prueba, nos hace crecer y nos purifica. La realidad es el campo de batalla de nuestra fidelidad, donde debemos dar testimonio de Cristo, y no una excusa para nuestra mediocridad, nuestra pereza o nuestra infidelidad. La realidad es el camino de nuestra santidad.
La realidad como misterio
El cuarto capítulo nos abre a la realidad como un misterio, que nos supera y nos fascina, y que nos revela la presencia y la acción de Dios. La realidad no es algo evidente, ni obvio, ni superficial, sino que tiene una profundidad, una riqueza y una belleza que solo podemos percibir con la fe, la esperanza y el amor. La realidad es el signo de la gracia, donde podemos encontrar a Dios y adorarlo, y no un límite para nuestra razón, nuestra voluntad o nuestro corazón. La realidad es el reflejo de la gloria de Dios.
La realidad como vocación
El quinto capítulo nos orienta a la realidad como una vocación, que nos llama a ser y a hacer lo que Dios quiere de nosotros. La realidad no es algo indiferente, ni casual, ni arbitrario, sino que tiene un sentido, un propósito y un destino que solo podemos descubrir con la oración, la escucha y el discernimiento. La realidad es el lugar de nuestra respuesta, donde podemos decir sí a Dios y seguirlo, y no un impedimento para nuestra libertad, nuestra felicidad o nuestro amor. La realidad es la expresión de la voluntad de Dios.
La realidad como servicio
El sexto capítulo nos anima a la realidad como un servicio, que nos pide que nos entreguemos a los demás con generosidad y humildad. La realidad no es algo privado, ni individual, ni egoísta, sino que tiene una dimensión social, comunitaria y solidaria que solo podemos vivir con la caridad, la justicia y la misericordia. La realidad es el ámbito de nuestra fraternidad, donde podemos amar a Dios en el prójimo, y no un pretexto para nuestra indiferencia, nuestra avaricia o nuestra soberbia. La realidad es el cauce de nuestra caridad.
La realidad como testimonio
El séptimo capítulo nos propone la realidad como un testimonio, que nos exhorta a dar razón de nuestra esperanza con coherencia y valentía. La realidad no es algo neutro, ni pasivo, ni conformista, sino que tiene una dimensión moral, cultural y religiosa que solo podemos asumir con la verdad, la libertad y el respeto. La realidad es el escenario de nuestra evangelización, donde podemos anunciar a Cristo con la palabra y con la vida, y no un motivo para nuestro silencio, nuestro miedo o nuestro complejo. La realidad es el instrumento de nuestra misión.
La realidad como oración
El octavo capítulo nos enseña la realidad como una oración, que nos invita a estar en comunión con Dios en todo momento y en todo lugar. La realidad no es algo profano, ni mundano, ni secular, sino que tiene una dimensión sagrada, divina y trascendente que solo podemos reconocer con la fe, la contemplación y el agradecimiento. La realidad es el espacio de nuestra intimidad con Dios, donde podemos alabarle, pedirle y ofrecerle todo lo que somos y hacemos, y no un obstáculo para nuestra oración, nuestra devoción o nuestra piedad. La realidad es el lenguaje de nuestro diálogo con Dios.
La realidad como cruz
El noveno capítulo nos confronta con la realidad como una cruz, que nos hace partícipes del misterio pascual de Cristo. La realidad no es algo placentero, ni agradable, ni satisfactorio, sino que tiene una dimensión dolorosa, difícil y dramática que solo podemos afrontar con la paciencia, la fortaleza y la confianza. La realidad es el medio de nuestra redención, donde podemos unirnos a Cristo en su pasión, muerte y resurrección, y no un castigo para nuestra culpa, nuestra debilidad o nuestra desesperación. La realidad es el signo de nuestro amor a Cristo.
La realidad como resurrección
El décimo y último capítulo nos ilumina con la realidad como una resurrección, que nos abre a la esperanza de la vida eterna. La realidad no es algo definitivo, ni absoluto, ni inmutable, sino que tiene una dimensión provisional, relativa y temporal que solo podemos superar con la fe, la esperanza y el amor. La realidad es el anticipo de nuestra gloria, donde podemos anticipar el gozo de la comunión con Dios y con los santos, y no un fin para nuestra vida, nuestra felicidad o nuestro amor. La realidad es la promesa de nuestra resurrección.
Conclusión
“Atenerse a la realidad” es un libro que nos ofrece una visión cristiana de la realidad, desde una perspectiva laical, profesional y adulta. José Miguel Pero-Sanz nos ayuda a descubrir la realidad como un don, un desafío, un misterio, una vocación, un servicio, un testimonio, una oración, una cruz y una resurrección. Un libro que nos invita a vivir nuestra fe con realismo, coherencia y alegría, siguiendo el ejemplo y la enseñanza de Jesucristo.