Bautismo del Señor – Ciclo «C»

Lecturas de este domingo
- Primera lectura: Is 42, 1-4. 6-7. Mirad a mi siervo, en quien me complazco.
- Salmo: Sal 28. R. El Señor bendice a su pueblo con la paz.
- Segunda lectura: Hch 10, 34-38. Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo.
- Evangelio: Lc 3, 15-16. 21-22. Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron
los cielos.
Monición de entrada para la misa con adultos
Queridos hermanos y hermanas: Celebramos hoy la Fiesta del Bautismo del Señor, un momento decisivo en la vida de Jesús que marca el inicio de su misión pública. Al ser bautizado por Juan en el río Jordán, Jesús nos muestra el camino hacia la conversión y nos revela que Él es el Hijo amado del Padre. Hoy, pidamos la gracia de renovar nuestro propio bautismo y vivir como hijos e hijas de Dios, llamados a ser luz en el mundo. Dispongamos nuestro corazón para participar dignamente en esta Eucaristía.
Monición de entrada para la misa con niños
Hola chicos y chicas: Hoy celebramos una fiesta muy especial, ¡el Bautismo de Jesús! ¿Sabéis qué pasó en el río Jordán? Jesús se dejó bautizar por Juan, y cuando salió del agua, ¡el cielo se abrió y se escuchó la voz de Dios! Dios nos dice también a nosotros: «Tú eres mi hijo, mi hija, y te quiero mucho». Vamos a aprender hoy que ser hijos de Dios es algo muy grande. ¡Vamos a comenzar esta celebración con alegría!
Homilía
«El cielo se abre para ti»
Queridos hermanos y hermanas:
Imaginen por un momento que el cielo se abre, que escuchamos la voz de Dios diciendo nuestro nombre y que Él nos dice: «Eres mi hijo, mi hija, en quien me complazco». ¿Cómo cambiaría eso nuestra vida?
En el Evangelio de hoy, asistimos a un momento único y revelador: el Bautismo de Jesús en el río Jordán. Hasta ese momento, Jesús había vivido una vida sencilla y oculta en Nazaret. Pero ese día, cuando sale del agua, el cielo se abre, y la voz del Padre lo declara públicamente como su Hijo amado. Este acontecimiento no es solo un hecho histórico; tiene un significado profundo para cada uno de nosotros.
San Juan Crisóstomo decía: «El Bautismo de Cristo no fue para Él, sino para nosotros». Jesús, siendo sin pecado, no necesitaba ser purificado. Pero se pone en nuestra fila, junto a los pecadores, para enseñarnos que Él ha venido a salvarnos desde dentro de nuestra humanidad. Su bautismo prefigura el nuestro. Al igual que el cielo se abrió para Jesús, también se abre para nosotros en nuestro bautismo. Somos hechos hijos de Dios y partícipes de su gracia.
La misión del siervo
La primera lectura de Isaías nos habla de un siervo elegido por Dios, alguien que trae justicia al mundo, pero no lo hace con gritos ni violencia, sino con mansedumbre y fidelidad. Ese siervo es Jesús, que viene a «abrir los ojos de los ciegos y liberar a los cautivos». El bautismo nos hace partícipes de esa misión de servicio y entrega.
Como enseñó el Papa Francisco: «El bautismo nos introduce en el pueblo de Dios y nos concede una misión: llevar la luz de Cristo al mundo». Pero llevar esa luz no significa gritar desde los techos nuestras virtudes, sino ser humildes y coherentes en nuestra vida diaria. ¿Vivimos como hijos de Dios en nuestro trabajo, en nuestra familia, en nuestras decisiones diarias?
El Espíritu Santo y nuestra identidad
San Agustín decía: «El Espíritu Santo es el don del Padre y del Hijo, y su presencia en nosotros es signo de nuestra adopción como hijos». En la segunda lectura, Pedro nos recuerda que Jesús fue «ungido por Dios con el Espíritu Santo y con poder». Ese mismo Espíritu se nos da en el bautismo para fortalecer nuestra identidad como hijos de Dios.
En un mundo que a menudo busca definirnos por lo que hacemos, lo que tenemos o cómo nos ven los demás, el bautismo nos recuerda que nuestra verdadera identidad es esta: somos hijos amados de Dios. Esta certeza debe dar sentido a nuestra vida y a nuestras decisiones. Como enseñó Benedicto XVI: «Ser cristiano es vivir bajo la certeza de que Dios nos ama y nos llama a ser santos».
¿Qué significa vivir como hijos amados?
Vivir como hijos de Dios significa reconocer su amor en nuestra vida y responder con gratitud y confianza. ¿Cuántas veces vivimos con miedo o inseguridad? El bautismo nos llama a una relación de confianza filial con Dios, a saber que somos queridos, independientemente de nuestros errores o fracasos.
Hoy, hermanos, preguntémonos: ¿Vivo como alguien que sabe que es amado por Dios? ¿Llevo esa paz a los demás, especialmente a los que sufren, a los que están solos o a los que no se sienten amados?
San Francisco de Sales decía: «Nada nos puede separar del amor de Dios, porque Él ha puesto su mirada de Padre sobre nosotros». Hoy, renovemos nuestra conciencia de ser hijos amados y vivamos con alegría nuestra fe.
Siete peticiones
- «El Señor bendice a su pueblo con la paz». – Oremos por la Iglesia, para que sea siempre un signo de paz y reconciliación en el mundo.
- «Dios no hace distinción de personas». – Oremos por el Papa y los pastores de la Iglesia, para que guíen al pueblo de Dios con humildad y sabiduría.
- «Yo, el Señor, te he llamado en justicia». – Oremos por los gobernantes de las naciones, para que promuevan la justicia y el bien común.
- «Tú eres mi Hijo, el amado». – Oremos por las familias, para que vivan en la unidad y eduquen a sus hijos en la fe.
- «El Espíritu del Señor está sobre mí». – Oremos por los que sufren enfermedad o soledad, para que encuentren consuelo y esperanza en Dios.
- «Abrir los ojos de los ciegos». – Oremos por los que han fallecido, para que vean la luz eterna de Dios.
- «El cielo se abrió». – Oremos por todos nosotros, para que vivamos con la certeza de ser hijos amados de Dios.
Mensaje de fe
El bautismo nos recuerda nuestra identidad más profunda: somos hijos amados de Dios. Esta verdad nos da una seguridad inquebrantable y nos invita a vivir con confianza en su amor.
Mensaje de esperanza
El cielo se abrió en el bautismo de Jesús, y se abre también para nosotros. No estamos solos en nuestra vida. Dios nos acompaña, nos guía y nos fortalece con su Espíritu Santo.
Mensaje de caridad
Como hijos de Dios, estamos llamados a llevar su luz al mundo. Que nuestras palabras y acciones reflejen el amor que hemos recibido, especialmente hacia los más necesitados y los que sufren.
Características
- Duración aproximada: 10-12 minutos.
- Destinatarios: Toda la comunidad, tanto adultos como niños.
- Frase conclusiva: «Recordemos siempre que el cielo se abrió también para nosotros. Vivamos como hijos amados, llevando la luz y la paz de Cristo al mundo.»