Homilía para la Solemnidad de la Inmaculada Concepción

Fiesta de precepto de la Inmaculada Concepción

Lecturas de este domingo

  • Gen 3, 9-15. 20. Pongo hostilidad entre tu descendencia y la descenden- cia de la mujer.
  • Sal 97. R. Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas.
  • Flp 1, 4-6. 8-11. Que lleguéis al Día de Cristo limpios e irreprochables.
  • Lc 1, 26-38. Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.

Monición de entrada (Misa con adultos)

Hermanos y hermanas, hoy la Iglesia celebra la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, un dogma que nos invita a admirar y agradecer la obra redentora de Dios, que preservó a María del pecado original desde el primer instante de su existencia. Al mismo tiempo, este día coincide con el Segundo Domingo de Adviento, tiempo de preparación para la venida del Señor. En este contexto, contemplaremos cómo María, con su “sí” generoso, nos enseña a preparar el corazón para acoger a Cristo. Participemos con alegría y esperanza en este encuentro con el Señor.

Monición de entrada (Misa con niños)

Queridos niños, hoy es un día muy especial porque celebramos que la Virgen María fue creada por Dios sin pecado, para ser la mamá de Jesús. También seguimos preparando nuestro corazón en este tiempo de Adviento. Vamos a pedirle a María que nos ayude a decir “sí” a Dios como ella lo hizo. Escuchemos con atención lo que nos quiere enseñar Jesús hoy.

Homilía

En este día, la Iglesia nos regala un mensaje doblemente profundo: la pureza de María, reflejo del amor redentor de Dios, y la voz del Adviento que nos llama a preparar el camino del Señor. ¿Qué tienen en común estas celebraciones aparentemente distintas? La respuesta está en una palabra: esperanza activa.

La primera lectura nos recuerda el pecado de Adán y Eva, pero no se detiene en la caída. Dios proclama la primera promesa de salvación: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya” (Gén 3,15). Desde el inicio, Dios tenía un plan: María, la nueva Eva, sería el comienzo de una humanidad redimida. Como decía San Agustín, “El que te creó sin ti, no te salvará sin ti”, y en María encontramos el “sí” que hizo posible la plenitud de esa promesa.

En el Evangelio, María nos enseña cómo vivir el Adviento: con fe, esperanza y disponibilidad total. Su diálogo con el ángel es fascinante. No era una conversación fácil: aceptar el plan de Dios implicaba riesgos y renuncias. Sin embargo, María respondió con confianza: “Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38). En su humildad, no se consideró a sí misma como la protagonista, sino como la servidora de un plan mayor.

La carta a los Filipenses refuerza este mensaje al mostrarnos cómo Dios, que comenzó en nosotros una buena obra, la llevará a término (Flp 1,6). María es el ejemplo perfecto de esto: en ella Dios realizó maravillas, no por sus méritos humanos, sino por su apertura total al plan divino.

Hoy, al mirar a María Inmaculada, nos preguntamos: ¿cómo preparamos nosotros el camino del Señor? Adviento no es solo esperar pasivamente; es limpiar el corazón, como canta el Salmo: “Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas” (Sal 97). Nuestra respuesta a Dios debe ser un cántico de fe viva, esperanza activa y caridad ardiente.

Como dijo San Juan Pablo II: “María nos enseña que el secreto de la paz está en la aceptación del plan de Dios”. En un mundo marcado por el ruido, la prisa y la superficialidad, necesitamos detenernos, escuchar a Dios y responderle con valentía.

Siguiendo el ejemplo de María, somos llamados a ser portadores de Cristo en nuestra familia, en el trabajo, y en la sociedad. Pensemos en las palabras del Papa Francisco: “La fe nos abre al amor, y este nos transforma en instrumentos del plan de Dios”.

Termino con esta invitación: en este Adviento, pidamos a María que nos ayude a preparar un corazón limpio, humilde y disponible. Como ella, digamos “sí” a Dios, con la certeza de que Él siempre lleva a término lo que ha comenzado en nosotros.

Peticiones

  1. “Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38). Por la Iglesia, para que como María, sea siempre fiel al plan de Dios. Roguemos al Señor.
  2. “Cantad al Señor un cántico nuevo” (Sal 97). Por el Papa y los pastores, para que guíen al pueblo de Dios con alegría y esperanza. Roguemos al Señor.
  3. “Él llevará a término lo que comenzó en ustedes” (Flp 1,6). Por las naciones, para que trabajen juntas por la paz y la justicia. Roguemos al Señor.
  4. “María guardaba todas estas cosas meditándolas en su corazón” (Lc 2,19). Por las familias, para que vivan en amor y unidad. Roguemos al Señor.
  5. “La mujer llamó al hombre vida” (Gén 3,20). Por los enfermos y los que sufren, para que encuentren consuelo en el amor de Dios. Roguemos al Señor.
  6. “El Señor ha hecho maravillas” (Sal 97). Por los difuntos, para que vivan en la presencia eterna de Dios. Roguemos al Señor.
  7. “Llena de gracia, el Señor está contigo” (Lc 1,28). Por nosotros, para que busquemos la gracia de Dios en este tiempo de Adviento. Roguemos al Señor.

Mensaje de fe

María nos enseña que la fe no es solo creer, sino confiar plenamente en Dios, incluso cuando no entendemos Su plan.

Mensaje de esperanza

La promesa de Dios siempre se cumple. María es prueba viva de que Él lleva a término Su obra en aquellos que confían en Él.

Mensaje de caridad

Sigamos el ejemplo de María amando a Dios con un corazón puro y llevando a Cristo a los demás con nuestras acciones.

Características

  • Duración aproximada: 8-10 minutos.
  • Sujeto hacia quién va dirigida: Comunidades parroquiales, con énfasis en familias y adultos jóvenes.
  • Frase conclusiva: “Como María, seamos testigos de esperanza y portadores de Cristo al mundo.”

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