Homilía para el II Domingo de Pascua – Ciclo B

tiempo pascual

Lecturas de este domingo

  • Primera Lectura: Hechos 4, 32-35
  • Salmo Responsorial: Salmo 117
  • Segunda Lectura: 1 Juan 5, 1-6
  • Evangelio: Juan 20, 19-31

Notas para la reflexión

Hermanos y hermanas en Cristo,

En este tiempo pascual, en el que celebramos la victoria del Señor sobre la muerte y su gloriosa Resurrección, somos llamados a reflexionar sobre el misterio de nuestra fe y la misión que nos ha sido encomendada como discípulos de Cristo. Los textos que hemos escuchado nos ofrecen una profunda enseñanza sobre la relación entre la presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas, la comunión en la Iglesia y la autenticidad de nuestra fe en el Señor resucitado.

El evangelio de Juan nos presenta la escena de los discípulos reunidos en el cenáculo, llenos de temor y dudas, hasta que Jesús se les aparece y les ofrece la paz. Este encuentro nos recuerda que la presencia de Cristo resucitado en medio de su comunidad es la fuente de nuestra paz y alegría. Como Santo Tomás, a veces dudamos, pero el Señor en su infinita misericordia nos invita a tocar las heridas de su amor para fortalecer nuestra fe y ser testigos de su resurrección en el mundo.

El texto de los Hechos de los Apóstoles nos habla de la comunidad primitiva, donde todos pensaban y sentían lo mismo, viviendo en comunión y compartiendo todo en común. Esta imagen nos desafía a vivir la auténtica comunión fraterna, donde el amor y la solidaridad son signos visibles de la presencia del Espíritu Santo en nuestra Iglesia. Así, nuestra comunidad se convierte en un testimonio vivo del amor de Dios para el mundo.

El apóstol Juan nos recuerda que aquellos que han nacido de Dios vencen al mundo. Nuestra fe, alimentada por la Palabra de Dios y la Eucaristía, nos capacita para enfrentar los desafíos del mundo con valentía y esperanza. Pero esta fe no es un mero asentimiento intelectual, sino un compromiso radical con Cristo y su Evangelio, que nos transforma y nos hace testigos de su amor en medio de la sociedad.

Queridos hermanos y hermanas, en este tiempo de gracia, pidamos al Señor que renueve en nosotros el don del Espíritu Santo, para que podamos vivir con autenticidad nuestra fe, fortalecer la comunión en nuestra Iglesia y ser testigos valientes de su resurrección en el mundo. Que la Virgen María, testigo privilegiada de la Resurrección, nos acompañe en este camino de seguimiento a su Hijo, Jesucristo, nuestro Señor y Salvador. Amén.

Mensaje de fe

La fe nos permite ver lo invisible, creer en lo imposible y experimentar el amor incondicional de Dios. Que nuestra fe en Jesucristo nos lleve a confiar en su misericordia y a vivir cada día en su amor.

Mensaje de esperanza

En medio de las dificultades y las pruebas, nunca perdamos la esperanza. Recordemos que Dios está con nosotros en todo momento, dispuesto a guiarnos y a darnos la fuerza que necesitamos para seguir adelante. Confíemos en su misericordia y esperemos en su promesa de vida eterna.

Mensaje de caridad

Que la caridad sea el sello distintivo de nuestra vida cristiana. Que estemos dispuestos a compartir lo que tenemos con los demás y a mostrar el amor de Dios a través de nuestras acciones. Que nuestra caridad hacia Dios y hacia nuestro prójimo sea un reflejo de la misericordia divina que hemos recibido.

Homilía de Misericordia

Hermanos y hermanas en Cristo,

En este segundo domingo de Pascua, nos reunimos como comunidad para reflexionar sobre el inmenso don de la misericordia divina, un don que nos fue revelado de manera extraordinaria en el siglo XX, a través de la vida y el testimonio de santa Faustina Kowalska.

Hace ya más de dos décadas, en el año 2000, la Iglesia proclamó solemnemente el «domingo de la Misericordia divina», en honor a la extraordinaria revelación de la misericordia de Dios a través de Cristo resucitado y el don del Espíritu Santo. Este don de misericordia, que Jesús derramó sobre sus discípulos en el Cenáculo, se manifiesta de manera tangible en las palabras que él mismo pronunció: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados».

Esas mismas palabras, llenas de amor y misericordia, resuenan aún en nuestros corazones, invitándonos a acercarnos con confianza al corazón de Cristo, fuente de la misericordia divina. Como nos recuerda la beata Faustina, la humanidad no encontrará paz hasta que no se dirija con confianza a esta misericordia divina, que fluye del corazón traspasado de Jesús en la cruz.

Recordemos cómo el evangelista Juan nos habla del momento en que un soldado traspasó con su lanza el costado de Cristo en el Calvario, y vio salir «sangre y agua», símbolos del sacrificio redentor de Cristo y del don del Espíritu Santo. Estos dos elementos, la sangre y el agua, nos recuerdan el amor sin límites de Cristo, que se entregó por nosotros en la cruz, y la acción vivificadora del Espíritu Santo en nuestras vidas.

El mensaje de la misericordia divina, transmitido a través de la vida y el testimonio de santa Faustina, sigue siendo relevante en nuestro tiempo. En un mundo marcado por el sufrimiento y la desesperación, este mensaje nos llama a vivir en comunión fraterna, compartiendo nuestros dones y siendo prójimos de aquellos que más lo necesitan.

Que hoy, al contemplar el rostro misericordioso de Cristo resucitado, podamos experimentar la profundidad de su amor y encontrar en él la fuerza para vivir como testigos de su misericordia en el mundo. Que María, la Madre de la misericordia, y santa Faustina, intercedan por nosotros, para que podamos ser instrumentos de la paz y el perdón de Dios en nuestro tiempo.

Encomendémonos confiadamente al corazón misericordioso de Jesús y digamos con fe: ¡Cristo, Jesús, en ti confío!

Amén.

Características

  • Duración aproximada de la homilía: 10-15 minutos
  • Dirigida a: La comunidad cristiana que celebra el Domingo de la Divina Misericordia
  • Frase conclusiva: Que la misericordia de Dios nos inspire a vivir con fe, esperanza y caridad, mostrando al mundo el amor infinito que Él tiene por cada uno de nosotros. Amen.

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