Los arrianos del siglo IV – John Henry Newman
El arrianismo fue una de las principales herejías que amenazaron la unidad de la Iglesia en el siglo IV. Negaba la divinidad de Jesucristo y lo consideraba una criatura inferior al Padre. Frente a esta doctrina, se alzaron las voces de los padres de la Iglesia, que defendieron la fe en el misterio de la Trinidad y la consustancialidad del Hijo con el Padre. Uno de los más destacados defensores de la ortodoxia fue John Henry Newman, el célebre converso del anglicanismo al catolicismo, que fue canonizado por el papa Francisco en 2019. En su libro “Los arrianos del siglo IV”, Newman nos ofrece una profunda y detallada historia de la controversia arriana, desde sus orígenes hasta su declive, y nos muestra las lecciones que podemos extraer de ella para nuestra época.
Ficha técnica
- Autor: John Henry Newman
- Temática: Historia de la Iglesia, Cristología, Arrianismo
Comentario del libro “Los arrianos del siglo IV”
Contexto histórico y teológico
Newman comienza su obra situando el origen del arrianismo en el contexto histórico y teológico del siglo IV. Nos explica cómo el emperador Constantino, tras legalizar el cristianismo con el edicto de Milán en 313, convocó el primer concilio ecuménico en Nicea en 325, para resolver la disputa entre Arrio, el presbítero de Alejandría que negaba la divinidad de Cristo, y Alejandro, el obispo de la misma ciudad que la afirmaba. El concilio condenó la doctrina de Arrio y formuló el credo niceno, que proclamaba que el Hijo era “consubstancial” (homoousios) al Padre, es decir, de la misma naturaleza divina. Sin embargo, el arrianismo no desapareció con esta condena, sino que se extendió por el imperio, apoyado por algunos emperadores, obispos y teólogos, que intentaron modificar o reinterpretar el credo niceno, dando lugar a diversas corrientes y matices dentro del arrianismo.
Los protagonistas de la controversia
Newman dedica la mayor parte de su libro a describir los principales protagonistas de la controversia arriana, tanto los defensores de la herejía como los de la ortodoxia. Entre los primeros, destaca la figura de Arrio, el fundador del movimiento, que sostenía que el Hijo era una criatura creada por el Padre antes de los tiempos, y que por tanto no era eterno ni igual al Padre. También menciona a Eusebio de Nicomedia, el principal aliado de Arrio, que influyó en el emperador Constantino para que favoreciera al arrianismo y exiliara a los obispos ortodoxos. Otros personajes relevantes del arrianismo fueron Eusebio de Cesarea, el famoso historiador de la Iglesia, que defendía una posición intermedia entre Arrio y Alejandro, y que propuso el término “semejante” (homoiousios) para describir la relación entre el Padre y el Hijo; y los llamados “arrianos extremos” o “anomeos”, como Aecio y Eunomio, que afirmaban que el Hijo era totalmente diferente (anomoios) al Padre, y que su esencia era conocible por la razón humana.
Entre los defensores de la ortodoxia, Newman destaca la figura de Atanasio, el sucesor de Alejandro en la sede de Alejandría, que fue el más firme y constante opositor al arrianismo, y que sufrió varios exilios y persecuciones por mantenerse fiel al credo niceno. Newman admira la santidad, la sabiduría y el valor de Atanasio, y lo considera un modelo de pastor y de doctor de la Iglesia. Otros personajes importantes de la ortodoxia fueron los llamados “padres capadocios”: Basilio de Cesarea, Gregorio de Nacianzo y Gregorio de Nisa, que contribuyeron a clarificar la doctrina trinitaria y a combatir las herejías arrianas. También merecen mención Hilario de Poitiers, el “Atanasio de Occidente”, que defendió la fe nicena en las Galias; y Ambrosio de Milán, el mentor de Agustín de Hipona, que se enfrentó al emperador arriano Valente.
El desarrollo y el fin de la controversia
Newman narra con detalle el desarrollo y el fin de la controversia arriana, que se prolongó durante más de medio siglo, y que implicó a varios concilios, emperadores, obispos y teólogos. Nos cuenta cómo el arrianismo fue ganando terreno en el imperio, especialmente durante los reinados de Constantino II, Constancio II y Valente, que favorecieron a los arrianos y persiguieron a los ortodoxos. También nos relata cómo el arrianismo se extendió entre los pueblos bárbaros que invadieron el imperio, como los godos, los vándalos y los hunos, que fueron evangelizados por misioneros arrianos. Sin embargo, el arrianismo no pudo imponerse definitivamente, y fue perdiendo fuerza y coherencia, debido a las divisiones internas entre sus partidarios, y a la resistencia y el testimonio de los defensores de la ortodoxia. El arrianismo recibió el golpe definitivo con el segundo concilio ecuménico, celebrado en Constantinopla en 381, que confirmó el credo niceno y condenó todas las formas de arrianismo. A partir de entonces, el arrianismo fue desapareciendo gradualmente de la Iglesia, y los pueblos bárbaros fueron abrazando la fe católica.
Conclusión
El libro de Newman es una obra maestra de la historia de la Iglesia, que nos ofrece una visión profunda y completa de la controversia arriana, una de las más graves y prolongadas que ha sufrido el cristianismo. Newman no se limita a narrar los hechos, sino que los analiza y los interpreta desde una perspectiva teológica y espiritual, mostrando las implicaciones doctrinales y morales de la herejía arriana y de la ortodoxia católica. Newman nos invita a aprender de la historia, y a ver en la lucha contra el arrianismo un ejemplo de fidelidad a la verdad revelada, de defensa de la dignidad de Cristo, y de confianza en la asistencia del Espíritu Santo a la Iglesia. El libro de Newman es, además, una muestra de su propia santidad y de su amor a la Iglesia, a la que se incorporó tras un largo proceso de búsqueda y de conversión. El libro de Newman es, en definitiva, una lectura imprescindible para todo cristiano que quiera conocer mejor la historia de su fe, y para todo lector que quiera disfrutar de una obra de gran calidad literaria y de gran profundidad intelectual.