Los dones del Espíritu Santo – M. M. Philipon
El Espíritu Santo es el gran desconocido de la fe cristiana, y sin embargo es el que nos hace partícipes de la vida divina y nos capacita para vivir como hijos de Dios. En este libro, el autor nos ofrece una profunda reflexión sobre los siete dones que el Espíritu Santo nos regala para que podamos seguir sus inspiraciones y crecer en santidad.
Ficha técnica
- Autor: M. M. Philipon
- Temática: Espiritualidad cristiana
Comentario del libro “Los dones del Espíritu Santo”
El autor de este libro, M. M. Philipon, fue un sacerdote dominico francés que se dedicó al estudio y la difusión de la espiritualidad de Concepción Cabrera de Armida, una mística mexicana que recibió muchas revelaciones sobre el misterio de la Cruz y la vida trinitaria. Philipon fue el encargado de preparar el diario espiritual de Conchita, como se la conoce popularmente, y de fundar la Obra de la Cruz, una familia espiritual compuesta por varias ramas de consagrados y laicos que buscan vivir el amor crucificado de Cristo.
Los dones del Espíritu Santo según la Biblia y la tradición
En la primera parte del libro, Philipon explica qué son los dones del Espíritu Santo, cómo se relacionan con las virtudes y los frutos, y cuál es su fundamento bíblico y teológico. El autor parte de la distinción entre los dones gratuitos (carismas) y los dones santificantes, que son los que nos hacen participar de la naturaleza divina y nos configuran con Cristo. Los dones santificantes son la gracia, las virtudes y los dones del Espíritu Santo. Estos últimos son hábitos sobrenaturales que nos hacen dóciles a las mociones del Espíritu Santo y nos ayudan a actuar con prontitud y facilidad según su voluntad.
Philipon recurre a la Escritura, especialmente al libro de Isaías, donde se enumeran los siete dones que el Mesías recibiría del Espíritu Santo: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Estos dones se cumplen plenamente en Cristo, que los comunica a su Cuerpo, que es la Iglesia. El autor también se apoya en la tradición de los Padres de la Iglesia, los doctores y los santos, que han profundizado en el significado y la importancia de los dones del Espíritu Santo para la vida cristiana.
Los dones del Espíritu Santo según la experiencia de Conchita
En la segunda parte del libro, Philipon presenta los dones del Espíritu Santo desde la perspectiva de Conchita, que los vivió de una manera extraordinaria y los describió con un lenguaje sencillo y profundo. El autor recoge las palabras de Conchita sobre cada uno de los dones, y las ilustra con ejemplos de su vida y de su obra. Así, nos muestra cómo Conchita experimentó el don de sabiduría como un conocimiento íntimo y amoroso de Dios, el don de inteligencia como una luz que le hacía comprender las verdades de la fe, el don de consejo como una guía que le indicaba lo que debía hacer en cada momento, el don de fortaleza como una fuerza que le permitía soportar las pruebas y las tentaciones, el don de ciencia como un discernimiento que le hacía ver la presencia de Dios en todas las cosas, el don de piedad como una ternura que le hacía amar a Dios como Padre y a los demás como hermanos, y el don de temor de Dios como un respeto que le hacía evitar todo lo que pudiera ofender a Dios.
Philipon destaca que los dones del Espíritu Santo no son solo para los grandes místicos, sino para todos los cristianos que quieren seguir a Cristo y colaborar con su obra de salvación. Los dones del Espíritu Santo son el medio que Dios nos da para que podamos vivir la plenitud de la vida cristiana, que es la santidad.
Conclusión
El libro de M. M. Philipon es una obra maestra de la espiritualidad cristiana, que nos ayuda a conocer y a apreciar los dones del Espíritu Santo, que son el tesoro más preciado que tenemos los hijos de Dios. El autor combina la doctrina con la experiencia, y nos muestra cómo los dones del Espíritu Santo se manifiestan en la vida de Conchita, una mujer que supo entregarse totalmente a Dios y a su voluntad. El libro es una invitación a abrirnos al Espíritu Santo, a dejarnos conducir por él, y a cooperar con sus gracias para que podamos ser testigos de Cristo en el mundo.