XI Tiempo Ordinario Ciclo “B”

tiempo ordinario en lectura católica

Lecturas de este domingo

  • Primera lectura: Ezequiel 17, 22-24. «Yo exalto al árbol humilde.»
  • Salmo responsorial: Salmo 91. «R. Es bueno darte gracias, Señor.»
  • Segunda lectura: 2 Corintios 5, 6-10. «En destierro o en patria, nos esforzamos en agradar al Señor.»
  • Evangelio: Marcos 4, 26-34. «Es la semilla más pequeña, y se hace más alta que las demás hortalizas.»

Notas para la reflexión

Queridos hermanos,

Hoy, la Liturgia de la Palabra nos presenta tres parábolas que nos invitan a reflexionar sobre la naturaleza del Reino de Dios y el modo en que Dios actúa en nuestras vidas y en la historia. Estas parábolas nos hablan de crecimiento, transformación y la potencia del Reino que comienza de manera humilde y silenciosa, pero que está destinado a producir frutos abundantes.

La parábola del cedro nos muestra cómo un pequeño brote puede convertirse en un árbol majestuoso. De manera similar, la parábola de la semilla que crece por sí sola nos recuerda que la semilla, una vez plantada, germina y crece casi misteriosamente. Y la parábola del grano de mostaza destaca la impresionante desproporción entre el pequeño grano y la gran planta que llega a ser. En todas estas parábolas vemos una transformación radical, una lógica de antítesis entre el «antes» y el «después».

Esta realidad del Reino de Dios nos enseña varias lecciones importantes para nuestra vida cotidiana. Primero, nos recuerda que el Reino comienza de manera casi imperceptible. A menudo, en nuestras vidas, podemos sentirnos insignificantes, como pequeñas semillas sin mucho valor aparente. Sin embargo, Dios puede tomar lo pequeño y hacerlo grande. Esto nos invita a no subestimar los pequeños actos de bondad, fe y amor que realizamos diariamente. Aunque puedan parecer insignificantes, tienen el potencial de producir frutos extraordinarios.

Imaginemos, por ejemplo, a una persona que decide dedicar unos minutos cada día a escuchar a un vecino que está solo. Este pequeño acto de atención y amor puede parecer una semilla diminuta, pero con el tiempo, puede transformar una vida, fortalecer una comunidad y ser testimonio del amor de Dios en el mundo. Así, cada pequeño acto de nuestra parte, cuando es plantado en la tierra fértil del amor de Dios, puede crecer y dar frutos más allá de lo que imaginamos.

En segundo lugar, estas parábolas nos enseñan que el Reino de Dios no se impone de manera violenta o inmediata. Crece de forma progresiva y pacífica, mezclándose con la historia del hombre y transformándola desde dentro. En nuestras vidas, esto nos llama a la paciencia y la confianza. A menudo queremos ver resultados inmediatos, queremos que nuestros esfuerzos den fruto rápidamente. Pero Dios trabaja en su tiempo y a su manera. Nuestro papel es sembrar y cuidar, confiando en que Dios hará crecer.

Pensemos en el proceso de cultivar un jardín. No vemos el crecimiento de las plantas de un día para otro; es un proceso lento y constante. De la misma manera, debemos tener paciencia y confiar en el crecimiento del Reino en nuestras vidas y en nuestras comunidades. Nuestras oraciones, nuestro trabajo y nuestra dedicación no siempre mostrarán frutos inmediatos, pero en el tiempo de Dios, el crecimiento será evidente.

El Salmo 91 nos recuerda que es bueno dar gracias al Señor por su providencia y sus obras magnificas. Nos invita a reconocer que todo lo que tenemos viene de Dios. Este reconocimiento nos llena de gratitud y nos arraiga en la confianza en Dios. Vivir en gratitud nos ayuda a ver la mano de Dios en los pequeños detalles de nuestras vidas y a confiar en su fidelidad y amor constante.

San Pablo, en su carta a los Corintios, nos exhorta a esforzarnos por agradar a Dios, ya sea en destierro o en patria. Nos recuerda que nuestra salvación no depende de nuestros éxitos humanos, sino de nuestra fidelidad a Dios. Esto nos llama a vivir con integridad y dedicación, sabiendo que nuestros esfuerzos, aunque pequeños, tienen valor a los ojos de Dios.

Finalmente, la Virgen María es el ejemplo perfecto de la pequeñez que da frutos abundantes. Su «sí» humilde permitió que el Salvador del mundo viniera a nosotros. Siguiendo su ejemplo, estamos llamados a dar nuestro «sí» diario a Dios, confiando en que Él puede hacer maravillas con nuestras pequeñas acciones de fe y amor.

Hermanos, confiemos en la lógica del Reino de Dios. Aunque nuestras acciones puedan parecer pequeñas e insignificantes, Dios puede tomar lo pequeño y transformarlo en algo grandioso. Seamos humildes obreros en la viña del Señor, sembrando semillas de amor, fe y esperanza, confiando en que Dios hará crecer y florecer nuestro esfuerzo para su gloria. Amén.

Mensaje de Fe

La fe, aunque pequeña como una semilla de mostaza, tiene el poder de crecer y transformarse en algo mucho más grande. Creemos en el poder de Dios para hacer grandes cosas a partir de nuestras humildes acciones. Confiemos en que, aunque no veamos resultados inmediatos, Dios está trabajando en nuestras vidas y en el mundo a través de nosotros.

Mensaje de Esperanza

Nuestra esperanza está en el Señor, quien exalta a los humildes y nos guía en nuestro caminar. Incluso en momentos de incertidumbre o dificultad, sabemos que Dios tiene un plan y que nuestras pequeñas acciones de bondad y fe serán recompensadas. Mantengamos la esperanza de que, en el tiempo de Dios, veremos los frutos de nuestro esfuerzo.

Mensaje de Caridad

Vivamos la caridad en nuestras acciones diarias, reconociendo que cada pequeño acto de amor y servicio tiene un impacto significativo en el Reino de Dios. Ayudemos a nuestros prójimos con humildad y generosidad, sabiendo que, aunque nuestras acciones parezcan pequeñas, Dios puede hacerlas crecer y multiplicar su efecto.

Características

  • Duración aproximada de la homilía: 10-15 minutos.
  • Sujetos hacia quién va dirigida: A toda la comunidad parroquial, especialmente a aquellos que se sienten pequeños e insignificantes en su fe o vida diaria.
  • Frase conclusiva: «Recordemos siempre que en la humildad y las pequeñas acciones, Dios siembra grandes maravillas.»

Que el Señor nos bendiga y nos dé la gracia de ser humildes sembradores de su amor y su Reino. Amén.

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