XXV Tiempo Ordinario Ciclo “B”

Lecturas de este domingo
- Sab 2, 12. 17-20. Lo condenaremos a muerte ignominiosa.
- Sal 53. R. El Señor sostiene mi vida.
- Sant 3, 16 — 4, 3. El fruto de la justicia se siembra en la paz para quienes trabajan por la paz.
- Mc 9, 30-37. El Hijo del hombre va a ser entregado. Quien quiera ser el primero, que sea el servidor de todos.
Monición de Entrada para Adultos
Queridos hermanos, hoy nos reunimos en torno al altar para contemplar el misterio del Hijo del Hombre, que se entregó por amor y nos invita a seguir sus pasos en la humildad y el servicio. Las lecturas de este domingo nos desafían a vivir según la verdadera sabiduría, aquella que no busca el poder o la grandeza terrenal, sino el servicio humilde y desinteresado. Abramos nuestros corazones a la Palabra de Dios, que hoy nos llama a imitar a Cristo, el justo perseguido y glorificado por su entrega. Dispongámonos a vivir esta Eucaristía con fe, esperanza y caridad.
Monición de Entrada para Misa con Niños
¡Hola a todos los niños y niñas! Hoy Jesús nos va a enseñar algo muy importante. Nos va a contar que si queremos ser grandes, ¡tenemos que ser como los más pequeños! Eso significa que ser amable, ayudar a los demás y querer mucho a los amigos y la familia es lo que a Dios más le gusta. Hoy vamos a escuchar historias que nos dicen que ser como Jesús, que siempre servía y ayudaba a los demás, es lo más importante. Pongamos mucha atención para aprender a ser como Él.
Homilía
Queridos hermanos, el pasaje del Evangelio de hoy nos presenta una escena profunda y desconcertante: Jesús, mientras caminaba con sus discípulos, les revela una verdad que no terminan de comprender: “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; pero una vez muerto, resucitará a los tres días”. ¿Cómo podemos entender este anuncio del sufrimiento y la gloria? ¿Qué nos enseña Jesús sobre la verdadera grandeza?
Para descubrirlo, necesitamos iluminar nuestras mentes con la sabiduría que encontramos en las lecturas de este domingo. La primera lectura, tomada del libro de la Sabiduría, nos presenta la actitud de los impíos hacia el justo: lo acusan, lo acechan, lo persiguen. La violencia y el rechazo contra el justo son inevitables. Este pasaje evoca la figura del Siervo Sufriente profetizado por Isaías y que se cumple en Cristo. Jesús es el Justo que será puesto a prueba, burlado, y finalmente crucificado.
El Evangelio, sin embargo, no se detiene en el sufrimiento. Jesús nos lleva más allá del dolor y nos abre la puerta de la verdadera sabiduría. Aquí es donde entra la enseñanza de la segunda lectura, tomada de la carta de Santiago. El apóstol nos advierte contra la envidia y las rivalidades, mostrándonos cómo estos deseos desordenados destruyen la paz en nuestros corazones y en nuestras comunidades. “Donde hay envidias y rivalidades, allí hay desorden y toda clase de maldad”, nos dice Santiago. Pero el remedio, queridos hermanos, es la sabiduría que viene de lo alto: una sabiduría pura, pacífica, y misericordiosa. Esta es la sabiduría que Cristo nos enseña con su vida y su entrega.
Y aquí surge la pregunta central del Evangelio: ¿Qué significa ser grande a los ojos de Dios? Jesús nos da una respuesta clara y desconcertante: “Si alguien quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos”. Es un mensaje radical que va en contra de la lógica del mundo, que busca el poder, el prestigio y la riqueza. Para Jesús, la verdadera grandeza se encuentra en el servicio humilde, en el cuidado por los más pequeños y vulnerables.
San Agustín decía que “no se puede vivir sin servir a alguien; cada uno sirve a lo que ama”. Entonces, ¿a quién servimos nosotros? Si amamos a Dios y al prójimo, como Cristo nos enseña, nuestra vida se convierte en un servicio continuo, un don ofrecido por amor. San Juan Pablo II también nos recordaba que “el hombre no puede encontrarse a sí mismo plenamente sino en la entrega sincera de sí mismo” (Gaudium et Spes, 24). Cristo nos enseña esto no solo con palabras, sino con su vida entregada hasta la muerte, y nos invita a seguir sus pasos.
La Cruz, hermanos, no es un fracaso, sino el mayor acto de amor y la puerta hacia la resurrección. Como dice el Catecismo de la Iglesia Católica, “Cristo nos invita a llevar su cruz y seguirle, pues fue entregado por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación” (CIC 618). La cruz es la llave que abre el misterio de la verdadera sabiduría: solo en el sacrificio y la humildad encontramos la gloria.
Hoy, al reflexionar sobre estas lecturas, preguntémonos: ¿qué significa ser justo en un mundo que rechaza la justicia? ¿Cómo podemos ser sabios en un mundo lleno de rivalidades? ¿Y cómo podemos ser grandes a los ojos de Dios? La respuesta está en Cristo: en su cruz, en su servicio, en su amor.
Sigamos el ejemplo de Jesús, que no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida por todos. Que su sacrificio nos impulse a buscar la verdadera sabiduría y la verdadera grandeza, no en el poder, sino en la entrega. Como decía Santa Teresa de Calcuta: “Las manos que sirven son más santas que los labios que rezan”.
Peticiones
- “El justo es incómodo para nosotros” (Sab 2, 12). Para que la Iglesia, a través de sus pastores y fieles, sea un faro de justicia y verdad, aún en medio de las pruebas y persecuciones, y anuncie con valentía el Evangelio. Roguemos al Señor.
- “La sabiduría que viene de lo alto es pura, pacífica y llena de misericordia” (Sant 3, 17). Para que el Papa, los obispos y sacerdotes guíen al pueblo de Dios con sabiduría y humildad, reflejando la misericordia y el amor de Cristo. Roguemos al Señor.
- “Donde hay rivalidades, allí hay desorden” (Sant 3, 16). Por la paz en el mundo, especialmente en aquellos lugares afectados por la guerra y la violencia, para que los gobernantes busquen soluciones justas y pacíficas. Roguemos al Señor.
- “El Hijo del Hombre va a ser entregado” (Mc 9, 31). Para que los gobernantes de las naciones promuevan la justicia y el bien común, protegiendo a los más vulnerables y respetando la dignidad de cada persona. Roguemos al Señor.
- “El que quiera ser el primero, sea el último” (Mc 9, 35). Para que nuestras familias vivan en amor y unidad, creciendo en la humildad y el servicio mutuo, siguiendo el ejemplo de Cristo. Roguemos al Señor.
- “Dios es el que me ayuda” (Sal 53, 6). Por todos los enfermos y los que sufren, para que encuentren consuelo en el amor de Dios y en el apoyo de sus seres queridos. Roguemos al Señor.
- “El Señor sostiene mi vida” (Sal 53, 6). Por nuestros hermanos difuntos, para que el Señor, que sostiene la vida de los justos, les conceda el descanso eterno en su presencia. Roguemos al Señor.
Mensaje de fe
La verdadera fe no se limita a aceptar doctrinas, sino a seguir a Cristo en el camino de la cruz. En un mundo que a menudo rechaza a los justos, nuestra fe nos impulsa a confiar en que Dios actúa incluso en medio del sufrimiento y la incomprensión.
Mensaje de esperanza
La cruz no es el final. En cada sacrificio, en cada prueba, Jesús nos promete la resurrección. Nuestra esperanza está en saber que el dolor y la muerte no tienen la última palabra, porque Cristo ha vencido al mundo.
Mensaje de caridad
Amemos como Cristo amó: sirviendo a los demás con humildad, especialmente a los más pequeños y olvidados. La caridad verdadera se manifiesta en el servicio, en ser los últimos, los servidores de todos.
Características
- Duración aproximada: 10-12 minutos.
- Sujetos hacia quién va dirigida: Toda la comunidad cristiana, especialmente quienes buscan crecer en la fe y en el seguimiento de Cristo.
- Frase conclusiva: La verdadera grandeza se encuentra en el servicio humilde, donde el amor se entrega hasta el extremo, como lo hizo nuestro Señor Jesús.