XXVIII Tiempo Ordinario Ciclo “B”

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Lecturas del XXVIII Tiempo Ordinario Ciclo “B”
- Sab 7, 7-11: “Supliqué y se me concedió la prudencia; invoqué y vino a mí el espíritu de sabiduría.”
- Sal 89: «Sácianos de tu misericordia, Señor, y estaremos alegres.»
- Heb 4, 12-13: “La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo.”
- Mc 10, 17-30: “Vende lo que tienes, dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego ven y sígueme.”
Monición de entrada (Adultos)
Queridos hermanos, hoy la liturgia nos presenta el tema de la verdadera sabiduría y su relación con la vida eterna. A través de las lecturas, descubrimos cómo la sabiduría no es solo una acumulación de conocimientos, sino un don que nos permite discernir lo esencial: seguir a Cristo y vivir según su Palabra. Pidamos al Señor que abra nuestro corazón para recibir esta sabiduría que nos dirige hacia el Reino de los cielos.
Monición de entrada (Niños)
¡Hola niños! Hoy vamos a escuchar en la Misa cómo Dios quiere que busquemos lo que de verdad importa: ser sabios no es saber mucho, sino seguir a Jesús con todo nuestro corazón. Vamos a pedirle a Jesús que nos ayude a amarle más y a ser generosos con los demás.
Homilía
Queridos hermanos, hoy podríamos titular la reflexión en torno a la siguiente frase: «La búsqueda de lo esencial»
El Evangelio de este domingo nos enfrenta a una de las grandes preguntas de la vida: «¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna?» (Mc 10, 17). Esta pregunta, hecha por un hombre sincero y cumplidor de la ley, es el eco de un deseo profundo que habita en todos nosotros. No buscamos solo lo que el mundo puede ofrecer: buscamos el sentido último de nuestra existencia, buscamos a Dios. De hecho, el mundo busca a Dios aunque no lo sepa; por esa razón, encontramos tantos sustitutivos de Dios en nuestro en torno. Pero esa reflexión queda para otro día, reflexión en la que nos preguntaríamos: ¿Qué es Dios para mí? La respuesta, queridos hermanos, es fácil porque Dios no es un qué, sino un quién. Y ahí todo cambia.
Sigamos. El libro de la Sabiduría nos recuerda que la verdadera riqueza no es el oro ni la plata, sino la sabiduría. Dice: “Preferí la sabiduría a los cetros y tronos” (Sab 7, 8). Y es que, como dice San Agustín, “Nuestro corazón está inquieto hasta que descansa en Ti”. Esa inquietud se refleja en el joven rico del Evangelio: lo tiene todo, pero le falta algo. ¿No nos ocurre lo mismo a veces? Vivimos en un mundo lleno de bienes materiales, pero en nuestro corazón sentimos que nos falta lo esencial: la sabiduría que nos lleva a Dios.
Jesús, con su mirada de amor, le ofrece la respuesta al joven rico: “Vende lo que tienes, dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego ven y sígueme” (Mc 10, 21). ¿Por qué le pide esto? Porque el verdadero obstáculo para el joven no eran sus bienes, sino el apego a ellos. No es que Jesús quiera que todos seamos pobres, sino que quiere liberarnos de todo lo que impida que Él sea el centro de nuestra vida. El Papa Francisco nos recuerda: “La pobreza no es una virtud en sí misma, pero el desprendimiento sí lo es.” Ser sabios es saber lo que realmente vale: las cosas de este mundo son pasajeras; solo Dios permanece.
La segunda lectura de la carta a los Hebreos añade un aspecto clave: la Palabra de Dios es la que nos permite discernir en nuestro corazón lo que está bien y lo que nos aparta de Él. “La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo” (Heb 4, 12). Esa Palabra no solo nos da conocimientos, nos transforma y nos llama a tomar decisiones radicales para seguir a Jesús. En la vida cristiana no se trata solo de cumplir unos mandamientos, sino de dejarse transformar por el amor de Cristo. De hecho, aquel que queda transformado por ese amor gratuito de Dios, el cumplimiento de mandamientos sale solo porque todo lo hace bajo la doble ley del amor: Amar a Dios y al prójimo.
El joven del Evangelio se marchó triste porque no pudo desprenderse de sus riquezas. Pero Jesús, con la misma ternura con que le habló a él, hoy nos invita a nosotros: “Sígueme”. El camino de la sabiduría no es siempre fácil, requiere desprendimiento, pero a cambio nos promete un tesoro en el cielo. Y ese tesoro no es otro que la comunión plena con Dios. ¿Te parece poco? ¿te convence el hecho de «perder la vida» para estar con Dios en el cielo?
Santos como San Francisco de Asís entendieron este mensaje a la perfección. Francisco renunció a todas sus posesiones y encontró en Cristo una alegría y libertad que el mundo no podía ofrecerle. Él nos enseña que la sabiduría verdadera no está en acumular, sino en dar, en amar, en servir.
Queridos hermanos, ¿qué nos impide seguir a Cristo con todo el corazón? Hoy, el Señor nos invita a preguntarnos: ¿Qué debo dejar para seguirle más de cerca? Recemos para que Él nos conceda esa sabiduría, ese desprendimiento, y la fuerza para seguirle con libertad y alegría.
Peticiones
- “Sácianos de tu misericordia, Señor, y estaremos alegres.” Te pedimos por la Iglesia, para que sea siempre signo de tu amor y sabiduría en el mundo. Roguemos al Señor.
- “La Palabra de Dios es viva y eficaz.” Te pedimos por el Papa Francisco y todos los pastores, para que sigan predicando con sabiduría y valentía. Roguemos al Señor.
- “Vende lo que tienes y sígueme.” Te pedimos por las naciones del mundo, para que se abran a la justicia y a la paz, desprendiéndose de lo que impide el bien común. Roguemos al Señor.
- “Invoqué y vino a mí el espíritu de sabiduría.” Te pedimos por las familias, para que busquen siempre el bien de los demás y vivan en la unidad. Roguemos al Señor.
- “Preferí la sabiduría a los cetros y tronos.” Te pedimos por todos los trabajadores, para que encuentren en su labor la oportunidad de servirte con generosidad. Roguemos al Señor.
- “El Señor es nuestro refugio.” Te pedimos por los enfermos, para que encuentren en ti consuelo y esperanza. Roguemos al Señor.
- “Tendrás un tesoro en el cielo.” Te pedimos por los difuntos, para que gocen de la vida eterna en tu presencia. Roguemos al Señor.
Mensaje de fe
La fe nos enseña que la verdadera sabiduría está en seguir a Cristo. Solo Él puede llenar el anhelo más profundo de nuestro corazón.
Mensaje de esperanza
La esperanza es saber que, aunque el desprendimiento sea difícil, el Señor nos promete un tesoro en el cielo. ¡No estamos solos en este camino!
Mensaje de caridad
La caridad nos invita a compartir con los más necesitados, a ser generosos con nuestro tiempo y bienes, y a poner siempre a Dios en el centro de nuestra vida.
Características
- Duración aproximada de la homilía: 8-10 minutos.
- Sujeta hacia quién va dirigida: Adultos, pero también entendible para adolescentes y jóvenes.
- Frase conclusiva: “No te marches triste como el joven rico, sigue a Cristo y encontrarás la verdadera alegría.”