I Tiempo Adviento Ciclo «C»

Lecturas de este domingo
- Jer 33, 14-16. Suscitaré a David un vástago legítimo.
- Sal 24. R. A ti, Señor, levanto mi alma.
- 1 Tes 3, 12 — 4, 2. Que el Señor afiance vuestros corazones, para cuando venga Cristo.
- Lc 21, 25-28. 34-36. Se acerca vuestra liberación.
Monición de entrada para adultos
Hermanos, el Adviento nos invita a mirar hacia adelante, a levantar la cabeza y a preparar nuestro corazón para el encuentro con Cristo, el Renuevo justo que trae salvación. En este tiempo santo, la liturgia nos llama a la vigilancia y a vivir con esperanza activa, para que la luz de Cristo ilumine nuestras vidas. Dispongámonos a participar con fe en esta Eucaristía, renovando nuestro deseo de caminar en santidad.
Monición de entrada para niños
¡Hola, niños! Hoy comenzamos el Adviento, un tiempo de preparación para el nacimiento de Jesús. Es como cuando se organiza una gran fiesta: debemos estar atentos y listos para recibirlo con alegría en nuestro corazón. Escuchemos con atención lo que Jesús nos quiere decir hoy.
Homilía
Queridos hermanos, comenzamos hoy el Adviento, un tiempo precioso en el que la Iglesia nos invita a detenernos, reflexionar y renovar nuestras vidas. Las lecturas de este domingo están impregnadas de una llamada clara: levantar la cabeza y vivir con esperanza, porque nuestra redención está cerca. Este es el hilo que une todas las palabras que hoy hemos escuchado, y será también nuestra guía en estas semanas que nos conducen hacia la Navidad.
En la primera lectura, Jeremías nos asegura que Dios cumple sus promesas: “Ya llegan los días en que cumpliré la promesa que hice” (Jer 33, 14). El Señor nunca se olvida de su pueblo, incluso en medio de las dificultades. Cuando el profeta pronuncia estas palabras, el pueblo de Israel está sumido en el exilio, lejos de su tierra y de su templo. Sin embargo, Dios les promete un futuro lleno de esperanza, un renuevo de justicia que restaurará su vida. Así también, nosotros, en un mundo lleno de tensiones y sombras, somos llamados a confiar en que Dios está actuando, incluso si no lo vemos claramente.
Jesús retoma esta esperanza en el Evangelio, pero añade una advertencia: no podemos quedarnos de brazos cruzados esperando. Nos dice: “Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida” (Lc 21, 34). Aquí está la clave del Adviento: esperar activamente. No se trata de un tiempo pasivo, sino de una espera que nos transforma, que nos pone en camino. Levantar la cabeza significa abrir los ojos al paso de Dios en nuestra vida, estar atentos a las señales de su amor y trabajar por nuestra salvación.
San Pablo lo expresa con gran claridad en su carta a los Tesalonicenses: “Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos” (1 Tes 3, 12). Este amor es el motor de nuestra espera. Es el amor lo que nos hace vigilantes, lo que nos ayuda a discernir lo importante de lo superfluo, lo eterno de lo pasajero. Porque quien ama no se distrae, no se adormece, sino que está siempre listo para recibir a quien ama. Como decía San Agustín: “Ama y haz lo que quieras, porque el amor no puede errar”.
Pero, ¿qué significa concretamente vivir el Adviento levantando la cabeza? Significa dejar atrás el miedo y la indiferencia. Jesús nos llama a no temer, a no dejarnos llevar por los rumores de calamidad ni por los afanes cotidianos que nos atan. Vivir con la cabeza levantada es vivir con esperanza, sabiendo que nuestra vida tiene un sentido profundo: Dios viene a nuestro encuentro. Y no viene como un juez implacable, sino como el Dios-con-nosotros, el Emmanuel que trae redención.
Santa Teresa de Ávila decía: “La esperanza es el ancla del alma”. En este tiempo de Adviento, necesitamos aferrarnos a esa esperanza, no como un deseo vago, sino como una certeza que transforma nuestra manera de vivir. Esta esperanza debe reflejarse en nuestras acciones concretas: en la oración, en la reconciliación con Dios y con los hermanos, en el servicio a los necesitados. Cada gesto de amor y de entrega es una manera de prepararnos para el encuentro con Cristo.
Hermanos, el Adviento es un tiempo breve, pero lleno de gracia. No permitamos que nos pase de largo. Dejemos que las palabras de la liturgia de hoy resuenen en nuestro corazón: “levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación” (Lc 21, 28). Que este llamado nos impulse a vivir con fe renovada, a caminar con alegría hacia el Señor que viene. Así, cuando llegue el día de su manifestación, podremos recibirlo con las lámparas encendidas, llenos de amor y gratitud.
Peticiones
- “Levanto mi alma a ti, Señor” (Sal 24, R): Por la Iglesia, para que viva con gozo y esperanza la espera del Señor, roguemos al Señor.
- “Muéstrame, Señor, tus caminos” (Sal 24, 4): Por el Papa Francisco y los obispos, para que guíen al pueblo de Dios con sabiduría, roguemos al Señor.
- “Nuestra redención está cerca” (Lc 21, 28): Por las naciones, para que trabajen por la paz y la justicia, roguemos al Señor.
- “Que el Señor los haga crecer en el amor” (1 Tes 3, 12): Por las familias, para que vivan unidas en la fe y la caridad, roguemos al Señor.
- “Estén atentos” (Lc 21, 34): Por los trabajadores y quienes buscan empleo, para que encuentren apoyo y sustento, roguemos al Señor.
- “El Señor es bueno y recto” (Sal 24, 8): Por los enfermos y quienes sufren, para que encuentren consuelo en el Señor, roguemos al Señor.
- “Cumpliré la promesa que hice” (Jer 33, 14): Por los difuntos, para que gocen de la redención eterna, roguemos al Señor.
Mensaje de fe
El Adviento nos enseña que Dios cumple siempre sus promesas. Nuestra fe debe ser una respuesta confiada a su amor fiel.
Mensaje de esperanza
Jesús nos llama a levantar la cabeza, porque la redención está cerca. No temamos al futuro; Cristo es nuestra esperanza segura.
Mensaje de caridad
Vivamos este Adviento sirviendo al prójimo, especialmente a los más necesitados, como signo de nuestro amor al Dios que viene.
Características
- Duración: 8-10 minutos.
- Dirigida a: Comunidades cristianas en general.
- Frase conclusiva: “Levantemos la cabeza y preparemos el corazón, porque nuestra redención está cerca”.